EL BORRADOR
El nombre a vueltas y el borrador a mano. Así se encontraba cuando me acerqué. ¡Estaba tan guapa!
Sentada en una piedra junto al río, su pelo ondeaba fragante con el último champú oloroso, que clamaba desde los mechones.
Estaba concentrada, como si no hubiera mundo, el vestido de gasa recortaba su silueta y le marcaba la prominente barriga.
El bebé no tardaría en llegar y no habíamos decidido el nombre, pero a mí no me importaba. Su embarazo era de riesgo y me preocupó que pudiera coger frío con la corriente del río.
Sus zapatos que ya casi no le cabían, se quejaba, por eso caminaba muchas veces descalza, a pesar de que el médico recomendaba unos de mezcla de tela fina y goma, que ella no quiso ponerse.
Absorta como estaba no me vio llegar. Decía nombres aleatorios en alto, como si al pronunciarlos creara un conjuro, pero la magia parecía escaparse y baja el mentón, para volver una y otra vez a la hoja que sostenía en una de las manos.
- ¿Cariño? – la llamé- Tienes que ir a casa, cogerás frío.
Se giró despacio, mientras la vi sonreír y seguidamente vi, cómo su cuerpo se caía. Fue una fracción de segundo, corrí hacia ella mientras su figura desaparecía de mi vista. Apenas alcancé a sujetarla, su cuerpo ya había enfrentado el suelo de piedras. Tu pelo humedecía rescatando otra vez el olor del champú.
Me apresuré hasta el coche y casi volé hasta el hospital.
Llegamos yo sudando y tu cuerpo frío.
Te provocaron el parto mientras curaban tus heridas. Llevabas los zapatos de goma, que yo me había empeñado en no dejarte salir sin ellos. Te habían permitido resbalar más.
Las horas pasaron lentas en la sala de espera, nunca despertaste. Encontré la hoja de los nombres en la orilla como un augurio que no supe como no tomarme, con tanto nombre tachado, borrado y uno el más marcado.
Nuestro bebé llevará el nombre que eligió su madre.
Paty Liñán