Necesitamos más poesía.
“Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos.” (Alejandra Pizarnik).
Cuando en nuestra vida, en la de una persona querida o en la de un paciente surge, de forma inesperada, la tragedia individual siempre distinta (el diagnóstico de una enfermedad letal para la que no existe tratamiento, la pérdida de la pareja o de un hijo, un caso de suicidio o violación, un deterioro rápido o la inminencia de la muerte), no tenemos más remedio que afrontar la realidad tal como se presenta. Cuando el drama se desencadena, cuando inesperadamente aparece en toda su crudeza la inmediatez de la pérdida irreversible, el método científico y el método clínico no nos sirven para nada. Ha llegado la hora del método poético, escribe Iona Heath, médica y escritora inglesa que fue presidenta del Royal College of General Practitioners (RCGP) de 2009 a 2012:
“El don del poeta es aclarar sin simplificar. Es casi exactamente opuesto al don de la ciencia, que es buscar comprender mediante la simplificación”.
El método poético es el que utilizamos espontáneamente en nuestra vida cotidiana cuando deseamos entender en profundidad una poesía de García Lorca, una noche estrellada en pleno campo, la sonrisa de un niño en medio de la guerra o una sinfonía de Mahler; no tenemos más remedio que afrontar estos acontecimientos, enteros, de sumergirnos en ellos directamente, en toda su complejidad. Los profesionales sanitarios formados en la excelencia y buenos conocedores del método científico y el método clínico deberían también encontrarse permanentemente preparados para afrontar las situaciones de emergencia complejas que surgen inesperadamente en el hospital, en la consulta o a lo largo del viaje de la vida.
En los servicios hospitalarios, en especial en aquellos en los que se producen con frecuencia pérdidas humanas totales, parciales o funcionales -en los campos de refugiados, en las zonas de guerra, en las residencias de ancianos, en las unidades de cuidados paliativos, en todos los lugares que la muerte visita con frecuencia, es importante, en la medida que sea posible, un entrenamiento previo en el método poético, una inmersión activa en las narraciones que nos ofrecen las buenas novelas, poemas, biografías, obras teatrales o películas (Bayés, 2012).
*Enrique Bazako Goiburu