Reseña de las Caras de la Sal, por Josefina Llorente.

Reseña:

Las caras de la sal

de Margarita Campos Sánchez

«Hoy escribo poemas

solo para mí.»

Un alto en el camino, y una mirada de rebeldía  hacía “el atrás”. Un atrás que, yo lector, intuyo que aún el autor no está del todo preparado para llamarlo “pasado”, y que es a través de la escritura de estos textos como hace esa transición dolorosa, hasta y desde los entrecanales donde los recuerdos depositan las vivencias frescas aún, y que luego sedimentarán, fosilizando capa a capa.  Algunas descansan en paz, con la alegría y belleza de sus colores y sus formas originales, -esas no se tocan si no es con la sonrisa acaramelada del amor tranquilo y la alegría del deber cumplido (caso de los piezas dedicadas a sus más íntimos, en la sección final del poemario).

Pero otras piden a gritos ser exhumadas, pues aún creen  respirar, aunque dificultosamente, signo este de que  hay algo ahí que quizás anhele una segunda oportunidad, pues al experimentarse muy aprisa, y sin el sol necesario para madurar, el fruto fue arrancado y consumido…casi rojo, casi morado, casi verde.

Y por ello y para ello, en este poemario, Margarita Campos se emplea, con los sentidos y el sentimiento abiertos, en conseguir la  germinación de los huesos de esas frutas  (sus recuerdos), en la creencia de  que sin ser copias exactas de las originales vivencias, se le parecerán  tanto que el estudiar a estas le va a ella, (nos va a sus lectores, acompañándola), permitir alcanzar la comprensión de las primeras. Dispuesta, por lo tanto estoy, abriéndolo y comenzando por  las dedicatorias de este poemario, lectora yo, a descifrarlo, desde estos interrogantes, y  junto con su autora:

¿De dónde nos viene la luz de la mirada, los andares del pensamiento, o las imágenes  del insconsciente?. ¿Cómo se nos deforman las articulaciones de la emoción?. ¿Qué porcentaje de la sangre de la pasión aguan los hechos y el tiempo?…

Si se le suele partir alguna de las uñas a nuestras entrañas cuando nos arañamos el alma porque nos llega ácido el regusto a mar de las aguas de nuestros deseos, fallan  nuestras fuerzas e hincamos las rodillas, sin quererlo, delante justamente…-¿que hacía ahí? -¡Qué oportuno ese Santo!…

O caso contrario:  Desafiamos al toro y le cogemos por los cuernos.

Cómo somos y el porqué. Quiénes éramos. Si somos de los que permanecen en pie o irremisiblemente caen cuando les empujan malos vientos.

Bien mirado,  quizás podamos, librándonos de peso innecesario, aligerar el paso, hasta volar incluso si el “buen viento” (viento de la felicidad) nos impulsa.

«Ese peso que enredan los corazones nuestros, nos hunde cada día y nos devuelve extraños pensamientos»,

cargas  que» llevamos sobre los hombros» …Y quizá hubiéramos debido… «Pero no pensamos en que debimos, en vez de pasear bajo su peso bailar junto a ellos»

«Soy la loca

que arrasa por las calles

como cola de vestido de novia, los conceptos,

arraso cada predeterminado comportamiento 

destruyendo saberes

y conciertos».

Con esta bellísima simbología metafórica: La cola de un vestido de novia (la novia, la mujer joven que inicia el camino a la vida familiar, a un lugar desconocido, de la mano de otra mano fuerte, a la que se irán uniendo otras manos diminutas…¡y que nunca la suelten!), desde esta metáfora, decía, revisa Margarita Campos los bajos de esa cola de vestido de novia. Su vestido de novia, pero no el de la ceremonia, sino el que la «mujer» se pone (o se vestía, más bien, la mujer de antes)… Y ya no se quita nunca, porque de tanto arrastrarlo por la vida, se le han adherido a los bajos tantas cosas, que hacen pesadísimas tantas “telas” de la novia,  hasta impedir a la “mujer” el movimiento, deteniendo indefinidamente su «progreso».

Algunas adherencias se salvarán, otras serán destruidas o abandonadas en el mismo camino de donde surgieron, si eso fuese posible, si el camino aún no fue clausurado. Lo veremos según avancemos con esta maravillosa «loca» que crea Margarita Campos, por este poemario.

«Retuerzo mi cerebro como si fuera el paño de limpiar sombras»

«Es el momento de las certezas y las incertidumbres que durante el día no somos capaces de reconocernos» -(Hablando Margarita Campos de la noche).

Es éste un poemario maduro. que no se castiga en la autocontemplación. Y que  habla, no de la expiación, pues vivir nunca es pecado, sino del interés en la indagación del yo infantil, de la sanación, de la simplificación  de la felicidad;  y del amor, que debiera ser fácil pero que no lo es. De las «pasiones que no te permiten una tregua».

El baile, el viento, el «silencio que nuestras bocas provocan», son usados aquí  como catalizadores con el poder de revertir “la muerte del alma”.

Leo en la noche, cuando la casa ya duerme. con traje de sueños, sin sueño ninguno, que distorsione (las de la autora) sus letras, poemas bajo el foco indiscreto de una lámpara de mesa, reposada mi alma en la silueta de mi cuerpo, arrebujado en la frazada este, y dentro ambos cuerpo y alma,  del lecho. No es curiosidad lo que siento, no es asombro, es timidez ante el desnudo de otra intimidad que no es la mía, que voy conociendo, con la consciencia de que he de tratar con sumo cuidado y respeto los versos que componen los poemas que no son míos porque le nacieron a otro.. Y percibo, a través de sus letras, a Margarita Campos Sánchez: «otro poeta sintiendo como solo sentimos nosotros”

«¿Qué siente el poeta, cuando abre sus venas

y deja correr la tinta que, plasma sobre la piel

palabras indelebles en el tiempo»

Ella, esta poeta,  es mujer y eso me da confianza. No quiero que esta lectura, y mientras sea mía, la toquen, los ojos de ningún otro hombre que no sea, por derecho a quien nombran: el hombre que aparece, siente, ama, ríe y baila, cuando su autora lo cita con su pluma a materializarse en el deseo de su recuerdo o en el recuerdo de su deseo… para disfrutarlo, y encararlo a veces, pero nunca afeándolo, dentro de esas páginas.

«Y aquí me encuentro

intentando rescatar

lo poco limpio que queda

en el fondo de mis recuerdos,

para poder rehacerme de nuevo,

para empezar a sentir la vida.»

Nos ofrece en este poemario, Las caras de la sal, Margarita Campos, una muestra importante de su poesía intimista, con la  que nos abre su escritura para que asistamos a, me atrevería a decir, y me atrevo, corríjame la autora si yerro, un duelo, su privado duelo. “Cada pérdida existencial: humana o esencial, merece un duelo”.

«Me envuelvo

en la fría sábana de tu sudario.

Me acoplo

a la forma del cuerpo que habitaste.

Siento»

Y nos ofrece poesía, sin merma de su carácter intimista, también romántica. Con  letras, algunas, descarnadas sutil o duramente; versos de amor, vino  y rosas,  que rondando la metafísica, hacen volar los pensamientos, para luego bajar a la tierra, tan físicos, tan tangibles, tan dolorosos, tan reales. Exentos, por la gracia de su autora, o al menos yo así lo aprecio, de ego. Letras auténticas que no suben del blanco roto,  aún cuando andan las sombras.

Escucho imaginariamente a Margarita:

-Desando mis pisadas. Desmonto el andamio a mí fachada. Esbozo de la sal de la lágrima la mueca de dolor y la sonrisa. Enfoco la mirada. Ensayo con poemas, tintas y papeles,

“contigo y sin ti”, las luces y las sombras de retazos de la obra de mi vida…

¡Actuó!

“Nos inculcaron que se necesita motivos para actuar”, pero Margarita Campos argumenta en algunos de sus poemas “su apostasía” a los motivos:

“Todos tenemos motivos

oscuros y claros

que con furia o dulzura empleamos”

“Y así pasa la vida

sujetando raíces

que se quieren

marchar con el viento”

Y sigo escuchando a Margarita:

-“Repaso los puntos esenciales al encofrado de mi edificación vital, los materiales, las vigas, la moralidad, los principios que la sustentan.

Los símbolos me ayudan:* 

*El viento

“Si mi piel no notara tanta falta

el roce del viento,

ni el placer de una caricia.

Sentir como una roca…

¿Podría seguir existiendo

Y sigo escuchando a Margarita:

-Habré de comenzar de nuevo si mi edificio se derrumba. Pero qué difícil cada nuevo comienzo, con las ilusiones mermadas y las dificultades crecidas.

*La soledad

“Tendré que aprender a ver

en soledad la luz del sol

saliendo en el horizonte imaginario de mi vida”

*La mar, la fortaleza

“Olas poderosas  arrancan recuerdos,

de mi mente

con la fuerza de sus rizos”

*La nostalgia, la ausencia

“Con destino vacío, difícilmente

se puede revivir una historia ya vivida”

*La libertad, la deuda, los sueños

“Soñar no es gratis, deja un sabor

agridulce

en el paladar de mi cerebro y

una punzada traidora

en el centro de mi pecho que toca

sin piedad el corazón,

dejando vacía, la cavidad que

debía llenar su compañía”

Añado,  como postdata a esta reseña al poemario de Margarita Campos Sánchez, “Las caras de la sal»:

Que he disfrutado enormemente de su escritura reflexiva y personal. De la belleza, elegancia y brillo  de las flores de su simbología, que tan acertadamente y con buen gusto ornamentan estos textos líricos. Y que tan bien utiliza como herramientas de pensamiento para indagar en la esencia de los recuerdos.

Un honor y un placer,

Josefina LLorente,

autora de la reseña.

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Margarita Campos

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